Blanca Nieves. Ambición, traiciones y sangre en la arena.


 Resultado de imagen para blancaNIEVES PREMIOS GOYA

Blanca Nieves (España, Francia, Bélgica, 2012)
·         Dir. Pablo Berger.
·         Reparto: Maribel Verdú, Daniel Giménez Cacho, Ángela Molina, Macarena García, Inma Cuesta.

Llega las carteleras mexicanas una cinta diferente y propositiva, la gran ganadora de los premios Goya en su edición 2013. No es poco el mérito de una película como ésta, que al igual que El Artista (M. Hazanavicius, 2011) hace un homenaje a la primera etapa de séptimo arte, reivindicando su extraordinaria capacidad narrativa a través  solamente de la imagen, la actuación sin diálogos y un sonido de fondo.
Sin embargo, a diferencia de la cinta de Hazanavicius, Pablo Berger nos cuenta una nueva versión de una historia conocida, el clásico cuento de Blanca Nieves de los hermanos Grimm. Es esa una primera  muestra de que el director domina el oficio: para contar algo que todos conocen y que saben en qué acaba, hay que darle un tratamiento de novedad. Y es aquí donde la técnica, la narrativa y el giro de tuerca de la historia, hacen un gran trabajo y logran un interesantísimo resultado. Sin caer en el spoiler, es importante decir que concluye sin “el felices por siempre” siendo coherente con su nuevo y particular planteamiento, que  de otra manera, hubiese dado al traste todo el asunto.
En esta versión, Blanca Nieves es la hija de un torero (Giménez Cacho) y una cantaora de flamenco (Inma Cuesta). La tragedia empieza con el nacimiento mismo de la pequeña, ya que una cadena de desafortunadísimos eventos la lleva  quedar huérfana  y alejarse de un padre enfermo y con discapacidad, que es controlado por una mujer ambiciosa y sin escrúpulos como es su nueva esposa, llamada Encarna (Verdú).

El asunto es más que decir que el relato se traslada a un ámbito marcado por la fiesta brava y el folclore español. La cinta nos cuenta una historia que a ratos resulta tan trágica y dramática como el blanco y negro en el que se enmarca. Carmencita debe ir a vivir con su padre y su madrastra que es dura y cruel con ella, sin embargo encuentra el modo de tener una relación cercana con su padre, su único pariente en la vida. Es entonces que la historia se aparta del cuento clásico. No es la belleza o la juventud el conflicto entre las mujeres, sino el control, el poder, el dinero. Curioso, porque ni la niña en un principio, ni la joven después, exigen su herencia material, sino el calor de un hogar, de compañía y amor. La herencia finalmente llega a través de la asombrosa capacidad de torear que hereda Carmencita, acompañada de la gracia y el talento musical de su madre.

En esta cinta tampoco hay brujerías o poderes mágicos, lo que la aleja de ambiente medieval de hechiceras malvadas y sus venganzas y la coloca en el plano de las ambiciones humanas en un tiempo en que las costumbres más que ninguna otra cosa, marcaban la dirección de las existencias comunes y cotidianas. En este sentido, por ejemplo, los enanos que la acogen mientras huye de tan espantoso hogar,  son toreros, pero más importante que eso, resultan ser figuras der carne y hueso, no exentos de amor y compasión pero también de envidia y recelo, como sucede en el mundo real.
En suma, gran fotografía, enormes actuaciones y una historia diferente a pesar de lo trillado, es lo que nos ofrece esta cinta, que seguramente durará poco en cartelera - ¿cómo competir con Eugenio Derbez?- por lo que hay que verla cuanto antes. En otra forma de elogio al cine en sí mismo que esta película representa, es importante decir que se disfruta enormemente en la pantalla grande.


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