Cloverfield. Danzón dedicado al Monstruo y criaturas feroces que le acompañan.



Difícil resistirse a la polémica cinematográfica de la temporada. No solo en este espacio sino en todos los sitios de cine se han vertido numerosas opiniones y sumamente polarizadas: O a la aman o la odian, con muy pocos elementos al centro y – eso sí- ninguno indiferente.

Eso solo sucede cuando estamos ante algo que ya sea por novedoso, propositivo o sorprendente, puede ser horrible o hermoso pero no pasa desapercibido. “Los perros ladran” diría el Quijote. Así que a continuación, mi humilde opinión al respecto:

Lo primero que hay que decir es en dónde radica su novedad: No es en el asunto del manejo como reality porque eso ya lo habíamos visto en Blair Witch Project (El proyecto de la Bruja de Blair). Solo que en aquel caso, la bruja nunca aparece, como para dejar algo a la imaginación. Acá el prefabricado reality si hace uso de efectos especiales y tan bien dosificados que vemos en pantalla justo lo que debemos ver. Ni más ni menos. Ese acaso sea su principal acierto. Es como decir ¿cómo hago godzilla con menos recursos? Simple: no gastes en efectos, ni en actores conocidos prende una cámara y enfócate en las emociones de las víctimas. Que se vea tantito el monstruo, pero más el llanto y los gritos.

Desde este punto de vista, poco importa saber de dónde salió el monstruo, porqué ataca y porqué viene acompañado de arañas gigantes. Nada de eso explica, pero tampoco resta o aumenta el interés.

Liberados del peso de hacer un monstruo creíble (porque se verá en pantalla unos cuantos minutos) nos concentramos en las emociones y el realismo. Y sinceramente creo que aquí la película pierde. La primera parte de dedicada a todos los admiradores de Meg Ryan, es larga y aburrida (Lo siento, no me gustan las historias rosas). Pero las constantes referencias al drama no sólo estorban sino que vuelven inverosímiles pasajes de las reacciones emocionales de los protagonistas. Eso de querer regresarse por la chava exponiendo su vida y la de todos en la empresa, es absolutamente inexplicable tratándose de un tipo que ya se iba a Japón y acaba de ver morir a su hermano y mejores amigos.

El juego de cámaras marea tanto que influye en tu decisión de si te gustó el final o no. Pasada la mitad de la película estás tan asqueado y mareado ( se recomienda asistir al cine con el estómago vacío, no compren palomitas ni capuchinos con azúcar) que ruegas que el monstruo se los coma a todos, empezando por el de la camarita y el héroe enamorado (¿quién dice que la caballerosidad ha muerto?)Y es que ya lo había dicho antes, pero vuelve a quedar bien aquí: donde el caos reina la compasión desaparece.

En resumen, lo blanco y lo negro a mi juicio son:

Lo mejor:
Originalidad y propuesta, definitivamente
La escena de túnel
La frase de la gringa asustada (¿y no será un ataque terrorista?)
El retrato de los militares. No héroes, no villanos, ellos nomás siguen ordenes.
El final. Esto se acaba cuando debe acabarse.

Lo peor:
La historia de amor
La mareada de la cámara
La tacón dorado que se pasa por todo Manhattan si siquiera quitarse los tacones para correr.
También ¡el final! ¿el amor nunca muere? Bah!

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