Wes Craven. De lo que está hecho un maestro del horror.



El 30 de agosto de 2015, el mundo supo que Wes Craven había fallecido debido al cáncer cerebral que le aquejaba.  Una mala noticia para los amantes de un género que a veces resulta incomprendido y hasta subestimado.
Las notas  destacaban entre sus obras más conocidas Pesadilla en la Calle de Infierno (A night mare on Elm Street) cuya primera entrega en 1984, sentaría las bases de un género híbrido entre el asesino sicópata y el sobrenatural, que se movía a voluntad entre la realidad objetiva y el subconsciente.

Krueger poblaría las pesadillas de varias generaciones en más de 7 entregas, convirtiéndola en una de las franquicias Más rentables del cine de horror de la segunda mitad del siglo XX.  Y si de éxitos comerciales se trata, hay que decir que este no es el único caso en la filmografía de Craven. Scream y sus secuelas, son otro buen ejemplo, donde  el director incluso se da el lujo de burlarse de sus propios clichés y de los lugares comunes en las cintas que dirigió con tanto éxito.

Sin embargo, no son sus éxitos comerciales lo que lo convierten en un Maestro del  Horror con todo honor y derecho.  Hay que recordar que ese título en inglés – masters of horror- se acuña para los directores  que desde los grande estudios, filman películas del género que con el tiempo se volverían clásicos y referentes en todo el mundo.  Lo que se necesitaba para pertenecer a este selecto grupo, era en primer lugar, aportar un estilo propio al género, ser consistente en los elementos simbólicos y de narrativa, fiar, inventar y recrear los lugares comunes desde una perspectiva diferente y sobre todo: que el espectador saliera asustado, sorprendido y perturbado del cine… aunque no lo suficiente para no querer ir por más.

Este selecto grupo pronto se volvería legendario, aunque con el paso del tiempo fue necesario incluir a más directores que hicieron apuestas claras a favor del género y que al igual que los gloriosos monstruos clásicos de los años 50 (Frankestein, Dracula, La momia y el Hombre lobo), nos regalaran nuevos referentes aterradores y ¿porqué no decirlo? nuevos disfraces para Halloween.

Es claro que si de actualizar la lista de se trata, Craven tiene ganado su lugar por derecho. Y no solo por sus secuelas exitosas, en realidad se trata de un director versátil que apostó por temas diversos.  Asesinos sicópatas a sangre fría como en su primera cinta “La última casa a la izquierda” (The last house if the left, W. Craven, 1972) marcan los inicios de un género que llegaría para quedarse.  “Hillbills” o extraños pueblos con habitantes aterradores, también estuvieron presentes en su filmografía como en “Las colinas tienen ojos” (The Hills have eyes, W. Craven, 1977).  Religiones antiguas y supersticiones macabras las vimos también en “La Serpiente y el Arcoiris” ( The serpent and the rainbow, W. Craven, 1988) esta cinta incluso también hace un guiño al subgénero del cine zombie.
En todas estas cintas Craven logra imprimir un sello personal, que lo hacía inconfundible  y que le ha ganado ejércitos de seguidores que hoy lamentan su muerte.


Craven lograba genera ambientes de soledad y terror en donde no parecía posible la escapatoria. Sus historias además eran poco místicas, la verdadera maldad provenía siempre de las personas, de una inefable condición humana que llevaba a que el odio y la venganza se manifestaran en todas las formas posibles. Esta reflexión es quizás su aporte más significativo al género. La maldad pura salida de la nada, no existe. Es siempre un amargo recordatorio de nuestra frágil condición humana. 

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