Babadook. El horrendo monstruo de nuestra infelicidad.
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Dir: Jennifer Kent
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Reparto: Essie Davis, Noah Wiseman, Hayley McElhinney
Una pena que cintas como éstas no
lleguen a las salas en México.
Afortunadamente Netflix la tiene en su catálogo, lo que es sin duda una buena
noticia en la búsqueda de nuevas opciones para los cinéfilos amantes del género,
aprovechando esta nueva era de la distribución usando medios electrónicos.
La ópera prima de esta directora
australiana es en realidad una fábula
acerca de los monstruos bajo la cama que
se convierten en reales frente a
nuestros ojos. Su principal virtud es crear un relato complejo en varios
niveles de interpretación a partir de un planteamiento simple, e incluso poco novedoso,
ya que historias de pequeños niños y niñas que ven cobrar vida a sus peores
pesadillas, no es en modo alguno una propuesta novedosa para el género de
horror.
Sin embargo, Jennifer Kent logra que entendamos y nos aterremos con la posibilidad
de que este horrendo monstruo no sea más atemorizador que una vida vacía,
triste e infeliz. Eso la hace perturbadora en muchos sentidos, porque pone
sobre la mesa discusiones profundas acerca de la soledad, la maternidad, el
miedo, la melancolía y la frustración. Es difícil no hacer empatía en algún
momento con esta mujer tan desdichada, amenazada por una situación que no tiene
la fuerza para combatir, debido a que libra otra lucha contra sus propios
monstruos depresivos que no le permiten ser feliz.
La cinta cuenta la historia de
Amelia, una madre soltera que perdió a su marido cuando la llevaba al hospital
para dar luz. Este trágico incidente ha afectado su relación con Samuel, su
pequeño hijo que reciente el abandono refugiándose en historias de monstruos, ya
que los terrores nocturnos son su estrategia para llamar la atención de una
madre solitaria, ausente y siempre triste.
El asunto se complica cuando
Samuel encuentra un extraño libro con la historia del Babadook, un aterrador
monstruo de aspecto siniestro que obsesiona al niño, ocasionándole problemas en
la escuela y en el reducido círculo social de ambos. Crisis externa combinada
con una crisis familiar interna, ponen el escenario para que Amelia llegue al límite
de sus fuerzas, justo cuando empieza a comprobar que los peores temores de su
hijo, están lejos de ser sólo una
fantasía infantil.
Interesante es entonces, la
manera en que la directora juega con varios elementos, que si bien no son del
todo originales, cumplen la función de perturbar al espectador, de llevarlo a
entender y sentir empatía con la compleja situación de esta mujer cansada,
ojerosa, sin maquillaje y muerta de miedo.
El final es extraño, pero tampoco es para esperar menos de un
planteamiento tan peculiar. Lugares comunes, sí, pero bien contados hace de
esta una película que ningún amante del género debería perderse. Después de
todo que levante la mano el que no ha encontrado más aterrador la infelicidad
que cualquier tipo de monstruo que s esconda bajo la cama ¿nadie? Justo eso pensé
y estoy completamente de acuerdo.
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