David Bowie y su regreso a Anthea



Imposible dejar de sentir un sentimiento de orfandad, después de que el pasado 10 de enero de 2016, empezara a correr el rumor – y después confirmarse- que había muerto David Bowie, el hombre que hizo de la vanguardia su propio estilo de vida y sello personal y que cambió la música y la cultura pop para siempre.
Elegante y provocador, es difícil elegir cuál de sus facetas es con la que lo recordarán con mayor relevancia las nuevas generaciones, si su música o sus diferentes identidades: Duque blanco, alien, astronauta, detective, vampiro. Esa capacidad de transformarse no sólo se destaca a través de la música sino también del cine.
 No hay que olvidar que Bowie nos regaló actuaciones memorables en cintas que hoy son consideradas de culto. Algunas de ellas incomprendidas en su momento aunque con el paso del tiempo, su influencia en distintos géneros cinematográficos es incuestionable.
 Una de ellas es “El hombre que cayó a la Tierra” (The Man Who Fell the Earth, N. Roeg, 1976) toda una obra maestra de ciencia ficción, con un planteamiento muy diferente a lo que se hacía dentro del género por aquellos entonces. Esta cinta, a diferencia de las emblemáticas de la época como El Planeta de Los Simios (Planet of the Apes, F.Shafnner, 1968) o Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, R. Fleicher, 1973), recuperaba el planteamiento salvar a un mundo perdido y sin remedio, pero no hablando de nuestro planeta, sino del muy lejano y enigmático Anthea. Bowie da vida a Thomas Jerome Newton, un hombre del espacio que cae a la Tierra buscando agua para su moribundo planeta. En la Tierra conocerá el amor y la depresión, así como el alcohol y el miedo a lo diferente. La misión fracasa convirtiendo a Newton en un perdedor, abandonado y solo a millones de años luz de su planeta, sin haber podido salvar el hogar de donde procede. Un héroe trágico y sin final feliz hace que la cinta sea mal recibida.
Después de todo, los finales que no son felices nunca han sido populares para el gran público. Bowie ya había llevado lleva el papel del alien y los temas espaciales a todas las esferas de su actividad artística, por lo que la película en realidad es la cereza de un pastel creativo que inicia con su gran su éxito discográfico, el álbum Space Oddity (969), en donde narra el extraño caso del Major Tom, un astronauta fascinado por la inmensidad del universo, al punto de no querer volver. Sin embargo, Bowie iría todavía más allá acabando por tomar la personalidad de un alien en la Tierra en el disco Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1979) un álbum que le permite crear al personaje más emblemático del glam rock y darle vida propia dentro y fuera del espectáculo.
 La fascinación de Bowie por el espacio y su personalidad como viajero de las estrellas nunca desapareció del todo. Ya en su etapa más pop durante los ochentas, nos trae de nuevo al Major Tom a manera de retrospectiva, en la canción Ashes to ashes, incluida el álbum Scary Monster, Super Creeps (1980) contándonos que su problema de drogas lo llevó a creer que estaba perdido en el espacio, y que ahora, es feliz, esperando que ustedes lo sean también. La canción es en cierto modo autobiográfica, contando como el propio Bowie superó un fuerte problema con la heroína que los puso al borde de la muerte.
 Para los noventas, Bowie incluye nuevamente un personaje espacial en el que acaso sea uno de sus trabajos más oscuros, el disco Outside (1995). La cinta es un elogio del “arte criminal” que incluye la multiversionada “Hallo Space Boy” que nuevamente lo transforma en un visitante del espacio, con tendencias bisexuales y agobiado por el caos terrestre.
 Al final, Bowie parece despedirse a su manera. Su último disco, que sale a la venta el día de su cumpleaños 69 y apenas unos días antes de su muerte, lleva por nombre Black Star, incluyendo una composición que en el video parece contarnos la muerte del Major Tom, aunque esta versión no ha sido confirmada por John Renck, productor del mismo. No sería extraño para un hombre que asumió su estelar condición en todas las etapas de su vida. El sólo recuento del papel de Bowie como visitante espacial, no le hace justicia a todas las formas creativas que construyó a lo largo de su vida.

Sin embargo si da cuenta del modo y el grado en que este hombre se sintió diferente del resto durante toda su prolífica vida. Imposible dejar de pensarlo como uno de los artistas más creativos y brillantes de los siglos 20 y 21. Ojalá finalmente haya llegado triunfador a Anthea y algún día nos mande el mensaje de que es feliz donde está y que espera que nosotros lo seamos también.

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