El origen del planeta de los simios.La nueva conciencia.



  • Director: Rupert Wyatt.
  • Escritor: Rick Jaffa, Amanda Silver.
  • Reparto: James Franco, Andy Serkis, Freida Pinto, Tom Felton.
El Planeta de los simios es ya un clásico del cine de todos los tiempos, por lo que nuevas versiones de esta historia sonaban sumamente arriesgadas, por decir lo menos.Esta primera cinta, sin embargo, libera a la realidad de sus imposibilidades, y crea en la figura ficticia una libertad pocas veces lograda.
Por esta razón no entra en discusión lo grandioso que resulta  lo obtenido por Rupert Wyatt  por encima incluso de Tim Burton. Un film donde lo esencial es lograr la diferencia entre monos y humanos, pero también el de obtener cierto parecido intelectual, el ordenador gana la batalla contra el maquillaje.
La cinta cuenta la historia del científico Will Rodman (James Franco) y su querido amigo mono (Caesar, Andy Serkis) en su búsqueda para encontrar la cura del Alzheimer, enfermedad que acosa al padre de Will.
Dicha droga es experimentada en primates, y uno de ellos, es Caesar
 quien  vive felizmente con Will, pero conforme  toma conciencia gracias a su inteligencia, se cuestiona sobre su propia libertad como todos los demás simios que reciben el mismo tratamiento neurológico.
La conciencia entonces  toma la delantera en la construcción narrativa, Caesar, al conseguir mayor conocimiento, se hace consciente de su singularidad, distinguiéndose  a sí mismo de Will por su apariencia física.  Vemos entonces en pantalla un singular y bien concebido ensayo de existencialismo sartriano, “El hombre está condenado a ser libre, porque una vez que está en el mundo, es responsable de todo lo que hace"
Así es como Caesar se crea a sí mismo durante la trama, su personaje sufre cambios, esas mutaciones de personaje mantienen un drama intenso a lo largo del metraje.
Hegel lo dijo en la “dialéctica del amo y del esclavo”, el hombre desea deseos, mientras el animal desea cosas. Caesar ya no es un simio,  ha dejado de desear cosas y ahora sufre de una increíble mutación de conciencia.
Caesar es más humano que muchos humanos. Ya no desea simplemente cosas, sino que desea una libertad colectiva, una búsqueda hacia la armonía espiritual: Caesar desea libertad, para conseguir felicidad.
“El origen del planeta de los simios” basa su premisa en la libertad, pero también en la incapacidad del ser humano por aceptar a diferentes seres pensantes a nuestro alrededor. Pareciera que los seres humanos incitamos en negar capacidad reflexiva a los animales, por que concedérsela, sería como despojarnos de nuestra  supremacía.
Notables ejemplos podemos encontrar en la naturaleza, como los gusanos de coral que son capaces de alzar murallas contra el mar con un propósito concreto y con meses de antelación que el más brillante ingeniero, o que nuestros perros se alteren quince minutos antes de que lleguemos a nuestro hogar no importando el horario. El conflicto de los simios con los humanos, es la no aceptación de parte de los segundos, por la equidad intelectual que se comparten unos a otros.



La película tiene buenas interpretaciones, y un guión de deseos constantes que forman una buena línea dramática. Efectos especiales sorprendentes que le dan al simio una increíble realidad y fortaleza. Una dirección virtuosa de las escenas de acción, donde se nota un cuidado detallado de donde y cuándo cortar, logrando estas escenas a priori en el set, lo cual siempre se agradece como espectador.
La puesta en escena en terminología de decorados no es tan virtuosa como la acción. Falta simplificación en los objetos, Las recamaras están llenas de objetos y el espectador puede recibir informaciones vagas de aquel espacio.
El montaje es claro y continuo. La fotografía no pasa de la media, típica de un film comercial, luz en muchos lugares y sin novedad alguna.
En fin, los simios tienen algo que decirnos e imágenes para sorprendernos, la pantalla espera la mirada de espectadores que contemplen la creación de nuevos seres, con conciencia y dotados de compasión y humanidad... sí eso que creíamos que era un patrimonio humano.

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